Las leucemias comprenden un grupo de tumores sanguíneos caracterizados porque las células tumorales invaden la sangre y la médula ósea. A lo primero deben su denominación, del griego leuko (blanco) y hemos (sangre) -sangre blanca- y es que debido al incremento de los leucocitos en la sangre, ésta tras su extracción y reposo perdía su tonalidad roja homogénea y creaba una capa de color blanco, propia de esta enfermedad.
A lo segundo deben sus manifestaciones clínicas más relevantes, que derivan de la ocupación de la médula y la interferencia con la normal producción de elementos sanguíneos, lo que conduce al desarrollo de anemia, infecciones por disminución de las defensas y sangrado por el descenso en el número de plaquetas. Existen muchos tipos de leucemias, y tanto su curso clínico como sus características biológicas son absolutamente diferentes.
De un modo simple podemos agrupar las leucemias en leucemias agudas, aquellas que precisan de una rápida actuación y tratamiento, puesto que dejadas evolucionar son muy graves para el paciente en un corto espacio de tiempo, y leucemias crónicas, de un curso más lento y algunas de las cuales no precisan tratamiento.
Relacionadas en el pasado con una mala evolución, los avances en su tratamiento han sido imparables en los últimos 25 años, y están siendo espectaculares en el último quinquenio. Fueron los niños con leucemia aguda linfoblástica los primeros en beneficiarse de los avances terapéuticos, y hoy, con esquemas que se basan únicamente en el tratamiento quimioterápico, hasta un 80-90% de ellos alcanzan una curación definitiva.
Sin embargo, la auténtica revolución terapéutica ha venido de la mano de la primera droga inteligente creada para combatir un tumor: el imatinib. Se trata de un medicamento diseñado en el laboratorio para contrarrestar el mecanismo molecular que se había descubierto y se sabía necesario para la supervivencia de las células malignas de los pacientes con leucemia mieloide crónica.
Hasta la aparición de este medicamento la única posibilidad de curación de esta enfermedad provenía de un trasplante de un donante idéntico, pero menos de una quinta parte de los pacientes podían acceder a él. Hoy, con imatinib, más del 80% de los pacientes dejan de mostrar signos clínicos o biológicos de la enfermedad y estas respuestas parecen muy duraderas manteniéndose hasta 10 años después.
Otras formas de leucemia como la leucemia promielocítica, una forma de leucemia aguda mieloide, también se han beneficiado de la adición al clásico tratamiento quimioterápico de otra droga inteligente, el acido transretinóico y hasta un 70% de los pacientes alcanzan la curación.
Las técnicas de trasplantación
Además las técnicas de trasplantación se han implementado de forma paralela y hoy podemos incluir en programas de trasplante alogénico a pacientes de hasta 70 años, con lo que algunas leucemias que siguen precisando de esta modalidad terapéutica, pueden remediarse en sujetos que por su edad hace apenas una década eran descartados de estos procedimientos curativos.
Los avances en el tratamiento de las leucemias han permitido que hoy vayamos modificando nuestra idea de estas graves enfermedades y, más que nunca, su correcto abordaje precisa de centros altamente especializados en los que se caracterice primero el tipo de leucemia con los métodos diagnósticos más avanzados (caracterización genética y molecular), y se elija el mejor tratamiento, bien sea éste un tratamiento quimioterápico, de trasplante o basado en los nuevos medicamentos inteligentes. La investigación continúa a un ritmo tal que los pacientes que hoy padezcan una leucemia podrán beneficiarse en fecha próxima de los mismos: la esperanza para ellos será una realidad.
Fuente:elconfidencial.com. por*El Dr. José Francisco Tomás es jefe del Departamento de Hematología del Centro Oncológico MD Anderson España.
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